Incluso se nos quiere imputar como sospechosos habituales de un déficit tarifario que en realidad se ha debido al cambio del sistema que se produjo en 1997, mucho antes de que echásemos a andar. Aquel sistema tarifario, hoy vigente, provocó un cambio al establecer un mercado marginalista, creando los llamados windfall profits que reciben anualmente las grandes compañías eléctricas.
En síntesis, casi nadie se atreve a decir que es el propio sistema tarifario actual uno de los factores básicos o una de las causas principales de la generación del déficit. Pero desde la aplicación de ese nuevo sistema, y según datos de la propia Comisión Nacional de la Energía, CNE, de mayo de 2008, los windfall profits, o sobrecostes achacables exclusivamente al régimen ordinario, es decir, al propio sistema tarifario actual (calculando los windfall profits como la tarifa reconocida menos los costes de producción) han sido sustancialmente mayores que todas las primas concedidas al régimen especial de las renovables.
En realidad, y al margen de coyunturales descensos de la demanda, lo cierto es que las energías limpias hemos jugado un importante papel para mitigar ese déficit, así como para abaratar el coste para los consumidores finales.
Déficit tarifario
De ahí que sea imprescindible un estudio exhaustivo y multidisciplinar de la CNE sobre las razones del déficit tarifario pues, en caso contrario, seguiremos con esta interesada ceremonia de la confusión, manejada principalmente por aquellos sectores que se han venido beneficiando extraordinariamente, durante estos 11 años, del actual sistema.
En otras palabras, estoy persuadido de que el propio régimen ordinario vigente ha contribuido más que el régimen especial de primas de las renovables al incremento del déficit tarifario. Y, si esto fuera así, ¿quién le pone el cascabel al gato?
Al margen de los cascabeles, el denominador común de todas las críticas antedichas es el misoneísmo que destilan. Según el diccionario, misoneísta es la persona hostil a las novedades, y ese perfil ha existido siempre. Seguro que en su momento hubo encendidos defensores del barbecho, del candelabro, de la cirugía sin anestesia y a la brava, de la tracción animal o de las velas de aceite de ballena, pero la propia fuerza del progreso los ha ido arrumbando en el mismo olvido donde terminarán éstos.
La mayoría de los argumentos son tan chuscos que sólo deberían mover a la sonrisa. Aseguran, por ejemplo, que promover las energías renovables tanto como hace España resulta económicamente insostenible. ¿Por qué? La mayor parte de países occidentales está actuando igual, e incluso nos consideran un modelo a seguir. Todos ellos están persuadidos de que promover ahora las renovables tiene un coste (en nuestro caso, lo que el Estado abona a las renovables en primas de tarifa), pero que a medio y largo plazo su capacidad de retorno a la sociedad será sustancialmente mayor. Omiten además que España, como todos los países de la Unión Europea, ya se ha comprometido a emplear un porcentaje determinado de energías renovables, las únicas capaces de atenuar el cambio climático.
En la actualidad, el 83% de la energía que se consume en España procede del exterior. ¿Es más barato, más sostenible o más enriquecedor para nosotros invertir ahora en renovables, o seguir dependiendo ad infinitum de las importaciones de combustibles fósiles de, por ejemplo, Argelia, Rusia, Oriente Medio o Venezuela? A comienzos de este año, cuando varios gasoductos les cerraron el grifo al unísono, muchos austriacos ateridos de frío en sus casas ya se formaron claramente una opinión al respecto.
Varias empresas eólicas españolas han aprovechado el impulso político de estos años para convertirse en referentes y líderes mundiales. Las empresas solares fotovoltaicas estamos en condiciones de conseguirlo también, por cuanto nuestro sector, si cabe, resulta más tecnológico y está en condiciones de avanzar deprisa hacia la paridad de coste con la red.
Es cierto que el sector fotovoltaico español experimentó en 2008 un crecimiento descontrolado, hasta el punto de concentrar en ese ejercicio casi la mitad del mercado mundial, pero la Administración ya está tomando medidas para garantizar retribuciones justas y seguridad jurídica, y además la inercia de ese anterior desarrollo nos ha situado en vanguardia tecnológica mundial, con una presencia destacada en los principales mercados internacionales.
Energía del futuro
Cuando hace unos meses Barak Obama explicitó su apoyo a la energía del futuro, no se fue a una central de ciclo combinado, sino que visitó la mayor planta solar fotovoltaica de Estados Unidos, en la base aérea militar de Nellis, en Nevada. Esa planta es propiedad de una empresa solar fotovoltaica española.
Otras muchas como ella se han abierto paso en los mercados internacionales más avanzados. Hemos conseguido progresar tanto gracias a una muy ambiciosa apuesta de nuestro Gobierno. Si unos cuantos meses después, ante los interesados cantos de sirena de los misoneístas –acompañados por los interesados defensores del sistema tarifario vigente–, el Gobierno decidiera desdecirse de su anterior envite y retirarse de la partida, tengan la certeza de que, como consecuencia de ello, lo perderíamos todo.
Tanto las sustanciosas inversiones anteriores como la posibilidad de generar en adelante mucho más empleo y riqueza, de producir energía cada vez más barata o de consolidar nuestro actual protagonismo tecnológico e industrial en todo el mundo. En vez de eso dependeríamos energéticamente cada vez más de terceros países, el mayor y más endémico de nuestros males.
Frente a los argumentos parciales o llenos de omisiones que se vienen utilizando en los últimos meses, conviene recordar aquellos otros que, de forma interesada, suelen olvidarse. Por ejemplo, que la energía solar fotovoltaica generó en 2008 más de 250 millones de euros en inversiones para mejorar la red de distribución eléctrica. Además, nuestra energía aporta estabilidad al sistema, por cuanto producimos más electricidad en las horas centrales del día, las de mayor demanda.
El año pasado las empresas solares fotovoltaicas abonamos sólo en tasas unos 375 millones de euros a los ayuntamientos. Generamos ya un 3,5 por ciento de la producción eléctrica nacional, con el consecuente y muy significativo ahorro en emisiones de dióxido de carbono, por cuanto la nuestra sí es energía limpia. En lo que llevamos de año, nuestro coste se ha abaratado en más de un 15 por ciento. La paridad plena con la red previsiblemente se alcanzará en 2012, y aún entonces mantendremos un elevado margen añadido de reducción gradual de precios.
Generación de riqueza y bienestar
Se mire por donde se mire, un consumo significativo de energías renovables garantiza que el 85% de esa inversión se queda en España. Además de ser plenamente tecnológica, la industria solar fotovoltaica destina más del siete por ciento de su facturación a I+D+i, el mayor porcentaje entre todos los sectores.
Generamos riqueza y bienestar aquí, porque nuestro petróleo es el Sol. Si en vez de eso, por una hipotética y muy discutible mayor competitividad cortoplacista, se decide segarle los pies a las renovables y mantener la actual apuesta por los combustibles fósiles, el 85% de ese consumo seguirá revirtiendo a terceros países. Y, lo que es peor, seguiríamos inermes, sin capacidad de respuesta frente a encarecimientos futuros, una posibilidad más que probable ante demandas tan emergentes y pujantes como la china o la india.
En esas condiciones, el auténtico valor de la energía solar fotovoltaica y del conjunto de energías renovables es que forman parte de la solución al necesario cambio del modelo energético mundial. Obama lo define como una revolución capaz de modificar los comportamientos y las formas de usar la energía. En torno a las renovables van a definirse negocios, usos y costumbres nuevos que alterarán la forma de relacionarnos, de trabajar y de vivir.
Nos espera una revolución tan inexorable como las que supusieron con anterioridad los transportes, las telecomunicaciones o las nuevas tecnologías. A diferencia de tantas otras oportunidades en nuestra historia, ahora sí que podemos liderar ese futuro desde el comienzo. Los misoneístas son el pasado. Por mucho que intenten acabar el viaje justo en su estación y antes de tiempo, no conseguirán que nos apeemos en marcha o lleguemos tarde. El futuro nunca espera y esta vez no lo vamos a dejar escapar. Conclusión: seamos serios y, si queremos afrontar el llamado déficit tarifario, cambiemos el actual sistema para adaptarlo al futuro.
Juan Laso es Presidente de la Asociación Empresarial Fotovoltaica
La Asociación Empresarial Fotovoltaica se constituyó formalmente el pasado día 27 deJunio de 2008. Esta asociación sin ánimo de lucro fue creada por un representativo grupo de empresas y empresarios españoles pertenecientes a la industria fotovoltaica española.
Las empresas que han constituido la Asociación Empresarial Fotovoltaica aglutinan una buena parte del empleo directo e indirecto en España en este sector, así como una gran parte de las inversiones industriales realizadas en los últimos años y programas de I+D+I cara al futuro de la industria española. Además de estar formado por empresas que son un exponente en la historia de la fotovoltaica en España.